Cuentos Carnívoros

Lo sabemos todos. La literatura está agotada; no existe ya posibilidad de nuevos temas; todo está hecho ya, sólo nos queda la eterna reformulación, más o menos brillante, de lo ya visto. Una y otra vez. Una y otra vez. La literatura hace tiempo ya que está muerta y enterrada… Ahora en serio, vamos a dejarnos ya de gilipolleces, ¿no?

cuentoscarnivorosPara todos aquellos que estén convencidos en mayor o menor grado de lo anterior (incluso yo lo estoy a veces cuando llueve y suenan melodías tristes en la radio), aquí les traemos la mejor medicina que hemos podido encontrar. No está subvencionada por la Seguridad Social, pero viene en formato de pequeñas cápsulas de fácil uso y disfrute, y nada de genéricos, está firmada por el relativamente desconocido -e inédito- Bernard Quiriny, producida por los laboratorios Acantiladoy recomendada en forma de prólogo por el doctor Vila-Matas.

Como es feo empezar por las contraindicaciones y más aún hacerlo por los efectos secundarios (hay un manual fantástico sobre este tema, difícilmente superable, escrito por un tal Cervantes) iniciaremos nuestro prospecto por temas mucho más agradables.

Cuentos Carnívoros está especialmente indicado para todos aquellos enfermos que gusten del cuento corto, por encima de la novela. O en su defecto, para aquellos rara avis que pueden disfrutar de ambos. Es necesario para su correcto consumo poner por encima la valoración de la idea, de su potencia, de su originalidad, a la de la trama o a la de los personajes.

Especialmente indicado a su vez, para todos aquellos que disfruten de la narración fantástica culta, erudita e incluso desquiciada. Puede incluso atenuar las dolencias provocadas por la carencia de nuevas píldoras -o tratamientos completos- de los laboratorios Borges o Cortazar, tristemente cerrados, y cuyas fórmulas quizá no hayan encontrado aún dignos licenciatarios.

Aunque todas las píldoras parezcan iguales y no estén diferenciadas por los prescriptivos colores, en Cuentos Carnívoros van a encontrar dos tipos diferentes de principio activo, fácilmente distinguibles en cuanto el medicamento empieza a hacer efecto. Por un lado, un tipo de narración, más de corte decimonónico -aunque no en el tema- en el que una historia aparentemente mundana es perturbada por un elemento -y sólo uno- sobrenatural que modifica de manera notable su trayectoria. No se esperen, eso sí, ni vampiros, ni zombies, por muy de moda que estén. Lo que van a encontrar son elementos mucho más sugerentes, como hermosas mujeres con piel de naranja, obispos con más de un cuerpo, espejos memoriosos que rompen aventuras sentimentales u oficinistas dotados del don de la telepatía. Todo ello con desenlaces inesperados, triviales o desangelados, pero siempre interesantes.

No obstante, desde aquí les recomendamos el segundo principio activo, mucho más burbujeante, y con ese sabor delicioso a esencia de Borges, con notable tendencia a la adicción. Aquí encontrarán ese género fantástico erudito del que les hablábamos antes y, sobre todo, a Pierre Gould, personaje de personajes, que aparecerá una y otra vez, en un relato y en otro, en diferentes trajes y disfraces para ni siquiera otorgar coherencia a este conjunto de relatos. En, por ejemplo “Unos cuantos escritores, todos muertos” encontraremos un delicioso catalogo de olvidados e ignotos escritores del XIX -al que llegaremos por indicación de un tal Pierre Gould, supongo que nunca han oído hablar de él- y de sus más que extrañas obras.

En el mismo sentido también encontraremos en “Crónicas musicales de Europa y otros lugares” algunos inventos musicales, un tanto defectuosos seguramente, que han quedado olvidados por la historia. El ya famoso “no-organo” de Gaudí presentado en Bélgica en 1930, con consecuencias bastante desastrosas, entre ellos.

He dejado aparte mis quizá dos píldoras favoritas. Y las comentó sólo para que ustedes sufran el ya conocido “síndrome de los dientes largos”. En “Mareas Negras“, Quiriny juega a remezclar el Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes de De Quincey con elementos postmodernos, consiguiendo una mezcla con aún más mala baba que el original y mucho más leve, todo debe decirse. Ah, y sale Pierre Gould.

Y, la joya de la corona para el final, ”Quidproquopolis” donde un aguerrido antropólogo descubrirá y nos revelará el secreto mejor guardado de la lingüística atávica: la lengua de los Yapus. Les aseguró que la mera descripción de la lengua más sabia y absurda al tiempo de la historia de la humanidad no les va a dejar en absoluto indiferentes.

Y para acabar, la posología. Es tremendamente recomendable no tomar más de una de estas píldoras cada día. De hecho, lo ideal, es un comprimido cada 50 horas. El motivo es evidente, el principio activo es muy potente y permanece residente en el cuerpo durante largos periodos de tiempo, provocando, risas o reflexiones intempestivas de lo más curiosas. Si se consume más de una al día, los efectos se superponen y sólo el más potente sobrevive: de ahí la posología recomendada.

De todas formas, hace falta mucha fuerza de voluntad para seguir tales indicaciones. Les confieso que yo no lo conseguí.