Gally es francesa, divertida, ilustradora, guionista, devoradora de comida, y un “poco” obesa. Y este cómic es su visión del mundo, o más bien su visión de si misma.
Ingredientes sencillos para un buen cómic: un buen cazo de sinceridad, un tazón de humor, una jarra de buenas ilustraciones, una pizca de ironía y un cucharadita de mala leche. Al horno (o a la imprenta da lo mismo) y adquirimos un buen pastel: 78 páginas tricolores (blanco, negro y rosa) divertidísimas que se devoran a la misma velocidad que un Donut.
Esta delicia nos cuenta el día a día de una persona con sobrepeso, sin concesiones ni autocompasión. La verdad por delante des de un punto de vista humorístico, pero real y convincente. Con una narración rápida y directa que ayuda a la digestión. No busquen aquí milagros antigrasa, ni soluciones para la vida, pues al fin y al cabo se trata de un autorretrato, no de un manual de autoayuda. Y la verdad es que la protagonista no sabe por donde empezar a solucionar sus problemas, y por lo que se ve los demás tampoco, ya que sólo saben decir: “Debe usted hacer régimen” o “debería adelgazar”.
Por otra parte, no hay drama en este texto, no hay culpables externos, no hay un dedo que apunta a la sociedad acusándola de crear comida basura. Lo que si que encontramos es mala leche (quizá endulzada con tanta comida) contra la propia protagonista, contra sus debilidades y su incapacidad de superarse. Pero estoy seguro que su punto de vista “único” no es tan “único”, y que los lectores obesos o delgados, inseguros o prepotentes, comparten unas cuantas cosas con Gally. Así que cuando lean este cómic y se rían con ella, seguro que habrá un momento donde dejen de reírse y piensen “yo tampoco soy capaz de superar esto”, “no creo que yo pudiera hacerlo mejor”, “yo también salgo feo en las fotos”, etc. En ese momento dejarán un segundo el libro en la mesa se dirigirán a la cocina y devoraran algo compulsivamente. Luego sonreirán volverán al sofá y seguirán leyendo y riendo los textos de esta francesa.
¡Buen provecho!